Sunday, November 12, 2006

HUMANOS DE PLUMAVIT

(Fin de Agata Noir. El resto del cuento lo podrán leer como se debe, impreso en un libro de relatos policiales que será editado el próximo año en Chile).

En la fotografia, un angel que sobrevivio a un incendio

Todo lo que puedo ofrecerles ahora es Agata real. Agata real ha pasado los último meses pensando varias cosas: que pronto encontrará un nuevo trabajo en craiglist, que su vecino Trevor es la reencarnación de Walt Withman y que a su edad (34) empiezas a darte cuenta quién es humano y quién es de plumavit.
Empezaré por lo del medio: Trevor. Trevor vive hace seis meses en el subterráneo de mi edificio, pero recién ahora está asomando su cabeza. Creo que antes no salía al patio por miedo a despertarme (no sabía que en realidad sólo estaba dopada). Es mitad celta y mexicano. Como buen celta es físicamente alto, de manos grandes y hombros anchos, y espiritualmente elevado. Como buen mexicano su pelo y sus ojos irradian el color de las tinieblas, es silencioso, dócil y sonríe cuando menos te lo esperas. Como buen celta y mexicano se siente bien metiendo las manos a la tierra, aunque todo lo que saque del patio del edificio sean latas de Budweiser y restos de mercurio. Trevor tiene dos conejos y a eso se dedica de lunes a lunes, a cuidar a esas criaturas y a hablarles en un idioma incomprensible, el idioma de los que están en paz con el mundo. Para la gente del barrio, Trevor es un loser, un lunático que no cuadra en esta ciudad donde la benzina diaria emana el mismo olor a ganas de triunfar, to be somebody, juntar dólares, encandilar al resto con tu sensible arte y vivir en un loft a imagen y semejanza de tus aspiraciones. Trevor nunca cruza a Manhattan, pero conoce la historia de esa isla mejor que nadie, y la llama con su nombre nativo: Mannahatta. Una vez nadó hasta la otra orilla de río Hudson y en vez de entregarle una de esas tantas chapitas de héroe que sobraron del 11 de septiembre, lo tomaron preso.
Yo defiendo a Trevor como si fuera el último árbol de una especie en extinción.
Tema laboral o cómo pagarte el f*** arriendo y costearte una copa de vino a 6 dólares. Quiero volver a usar mi cerebro. Cuando estás deprimido lo mejor que te puede pasar es trabajar en una fábrica. Y fue lo que hice hasta hace poco después de que me echaran de mi pega de babysitter. Vas, abres cajas, clasificas un montón de poleras según el diseño, las doblas, las vuelves a meter a la caja. Puedes tener tu cabeza echa pedazos, pero tus manos funcionan. Es mágico. Es inhumano. Tanto que uno agradece las buenas intenciones de Carlos Marx. De corazón, sin ideología de por miedo. ¿Dónde están sus bisnietos?
Por último, mi división sobre la especie humana.
Antes de superar la barrera de los 30, las personas eran simplemente ex niños con un puñado de lindos sueños. Ahora que sus vidas ya no son proyectos ni esbozos futuros, sino realidades concretas, aparecen los adultos que en verdad son. Es triste ver en qué se han transformado y cómo siguen camuflándose en auras falsas. Estoy aprendiendo a no perder el tiempo con ellos.
El mundo está lleno de personas de plumavit. De lejos brillan, pero vamos, se deshacen apenas las tocas.

Qué suena en mi cabeza hoy?