Thursday, July 27, 2006


AMERICA (primera parte)

Hay cosas que sólo pasan en América, como encontrarse con un auto en llamas en medio de la carretera. Cada vez que salgo de Nueva York, siento que desaparece la isla y aparece América.
Luego de pasar toda la tarde bajo los efectos sedantes del vicodin conversando con mis vecinas, alguien propuso organizar un paseo a Fire Island. Ahora que lo pienso, el fuego es el elemento favorito de este país: las cosas siempre terminan quemándose como si quisieran escapar de sí mismas.
La Isla del Fuego está ubicada a 50 minutos de Manhattan, en Long Island. No hay autos, sólo una larga franja de playa, un bosque de pinos –santuario predilecto de los gays- casas de maderas, y veraneantes niuyorkinos con estigma de liberales.
Todo indicaba que íbamos a un paraíso, aunque fuera de segunda mano. Nuestro objetivo era acampar en un lugar bastante silvestre llamado Watch hill. La única vez que estuve en un camping fue con una amiga chilena en Quintay. Crecí con prejuicios urbanos y escuchando a mi padre reírse de la gente que veraneaba en carpa (“es lo equivalente al infierno”). Superado este background biográfico, llegamos a la Isla del Fuego, equipadas de una carpa, comida, unas botellas de vino y –sugerencia de la ideóloga de esta aventura-un spray OFF, repelente de mosquitos. Este verano yo y los mosquitos hemos tenido un romance amoroso muy particular. Aunque baje la reja de mis ventanas, ellos insisten en entrar a mi casa y chuparme la sangre mientras duermo.
No alcanzamos a enterrar la primera estaca de nuestra moderna carpa para cuatro personas, cuando vi una nube negra instalarse alrededor de mi cabeza. 1-2-3, pasaron tres segundos y comencé a sentir una picazón en todo el cuerpo. Nunca me he hecho acupuntura, pero la sensación debía ser la misma multiplicada por mil. Rápidamente Justine me bañó en OFF mientras alegaba que ella ya tenía un cototo en la frente. Por breves minutos los mosquitos desaparecieron. Decidí ir a tirarme un piquero al mar y olvidarme de todo el asunto. Beatrice y Lisa estaban en la playa. Al verme, por poco no se llenan la boca de arena de tanto reír. “Pero Agata, ¿no viste el letrero? No no lo vi. Salgo de la ciudad para no tener que fijarme en letreros. Después de bañarme fui a ver el famoso letrero. Salía un mosquito gigante dibujado y una explicación de por qué Watch hill es el lugar con más mosquitos de Estados Unidos, de las extraordinarias condiciones climáticas del lugar y cómo ser mosquito's friendly y disfrutar del camping. Decidido. Me iría a buscar un hotel. A esas alturas, las incontables picaduras eran pequeños volcanes en erupción. Mientras recogía mis cosas bañada en OFF esos bichos –que eran más grandes que los de la ciudad-me atacan inmunes al repelente. Watch hill era su casa, yo una intrusa que les venía a ofrecer sangre dulce.
Ingerí un Vicodin y dejé a mis amigas encerradas en la carpa, rogándome que me quedara, que la naturaleza era “so exciting”, que no me comportara como una burguesa, que superara mi neurosis. No sabía cómo explicarles que no necesitaba demostrarle mi lado salvaje a nadie si es eso implicaba pasarlo mal. Además Fire Island tampoco era el Caribe ni Hornitos. Caminé de caserío en caserío hacia el puerto, trayecto en el cual me crucé con varias personas cuyas caras estaban deformadas por las picaduras y cuya piel olía a ese aroma de frutilla de los OFF. Al cabo de 20 minutos llegué a una especie de restaurant bar a la orilla de la playa. Me picaba todo el cuerpo y el barman, un hombre delgado que hablaba como si mascara tabaco, acostumbrado a atender alérgicos como yo, me dijo que el fuego los espantaba, y por eso ellos tenían antorchas por todos lados. La cosa empezaba a tener tintes pesadillescos de una película de Daid Lynch. Me tomé una cerveza y dejé de pensar en los bichos para echarle una mirada a la gente del local. Parejas de jubilados- ellas rubias desabridas, ellos gordos de bermudas-, bailaban rock and roll entre las mesas. Elvis Presley sonaba a todo volumen y yo era capaz de pronunciar una sola palabra: América.

(to be continued)

9 Comments:

Anonymous Anonymous said...

blondes, red necks, mosquitos...deep america... ufff

4:15 AM  
Blogger maks said...

Esa no es la que muestran en las peliculas... pero me encantaria conocerla. Me gusta tu forma de escribir!

11:51 PM  
Blogger Shlomit Baytelman said...

Un abrazo desde Santiago de la Nueva Extremadura.

Sin duda un buen relato.

Gracias.

Cariños.

Shlomit

4:11 PM  
Anonymous Anonymous said...

Mi aversión por los campings empezó a los 12 años cuando vi una película de Lucy: una familia arriba de una trailer intentaba descansar...
Y luego vinieron lex periencias personales: en Ritoque escondiéndonos de los contrabandistas de cigarrillos; en Guanaqueros achicharrados, confiebre, por el sol; en el sur cuando la carpa se pasó y la lluvia enttraba por todos lados.
¡Mil v eces un hotel, por ruin que sea!
No se puede jugar aser campestre.

9:58 PM  
Anonymous Anonymous said...

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5:15 PM  
Blogger maks said...

Uff... que odioso que la publicidad haya invadido este tipo de espacios!!!!!!!

There's a way to keep it out! Pon el filtro de letras y listo!

A todo esto... ya po! le estan empezando a salir hongos a este relato.

8:10 PM  
Anonymous Anonymous said...

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