Tuesday, April 04, 2006


ME QUEDO CON LA CARRETILLA


En Santiago incluso las moscas se arrastran por el suelo en vez de volar. No sé si esto lo soñé en el avión o lo pensé en la cocina del departamento de mi mamá, mientras esta mañana me tomaba un Nescafé y veía una mosca caminar alrededor de mi taza. Traté de espantarla varias veces, pero ella seguía con sus patas pegadas a la mesa. Después me di cuenta que tenía los ojos clavados en el nuevo matinal de tvn.

Cada vez que llego a Chile tengo la impresión de estar en una realidad paralela. El tiempo es más lento y la luz más difusa. Todo me parece sacado de una alucinación, tantos esas carretillas que avanzan entre las micros en la mitad de la Alameda, como el letrero verde de un Starbucks café que se abrió en Vitacura.

Una vez casi fui atropellada por un caballo en el centro de Santiago. El campesino frenó con sus riendas y me gritó: ¡Aguaite señorita! Eran los años 80s. Ahora, me llaman mis primas y me dicen que nos juntemos en el Starbucks café a celebrar mi llegada. Antes de que alcance a decirles que rara vez piso esa cadena fast coffee en Nueva York, me dicen: ¡Viste cómo estamos globalizados! Mi cerebro se encoge y tarda unos segundos en darme una señal. “Ok”, ya entendí: Acá en Chile estar globalizados es algo “bueno”. En mi barrio de Brooklyn, si llegara a instalarse uno, sería la señal inequívoca del comienzo de la decadencia.

Un Starbucks café en la mitad de Vitacura, no te hace pensar que el mundo es un solo, sino que es múltiple y amorfo. En vez de homogeneizar las ciudades, marca aún más sus diferencias. El café huele igual, pero el sabor es distinto. El sabor de las cosas lo da lo que las rodea y en este caso, el paisaje es lo suficientemente hibrido como para sentirse en una estación satelital de Marte. Me pasó lo mismo cuando pasé al frente de una reproducción de la Torre D’Eiffel en las Vegas. Había algo familiar y falso que me produjo una mezcla de calor y frío en el cuerpo.
Después terminé yendo a un bar de oxigeno, tal vez lo único auténtico de Las Vegas. Pasé media hora con una máscara de H20 en las narices, oxigenando mi cerebro. Pensé en Roland Barthes y su teoría sobre los significantes y significados. Pensé en las sucursales de todas estas multinacionales que sirven de experimentos semiológicos: Santiago, Taiwán, Bombay.

Luego de despedirme de mis primas, bajé al centro en búsqueda de oxigeno.

Cuando al fin me crucé con una carretilla supe que estaba en casa.

5 Comments:

Blogger vb said...

No sé si decirte bienvenida a casa.
Santiago en su loca carrera por ser una ciudad moderna pierde lo poco de identidad que tiene...pero así somos...

7:06 AM  
Anonymous Anonymous said...

chere Pepi me gusta mucho como estas escribiendo,una cronica aguda e inteligente,es cierto en chile entienden al reves la globalizacion ,que falta de profundidad la de nuestra patria.veronica

10:16 PM  
Anonymous Anonymous said...

Hola Pepi.

12:11 PM  
Anonymous Anonymous said...

pepi..después de leer tu cronica de santiago, no sé. Es que estoy pensando en irme a vivir a chile a fines de este año ¿puedes contar otras cosas por favor? ja ja, en serio.
Un abrazo grande, hace tiempo que no te leia, tampoco te veo en los mails. ¡escribeme porfi!

Pachi

5:39 PM  
Blogger Keiclyn* said...

Lindo blog.. siempre paso por aqui..



muchas cosas reales, contadas con sutileza..
me gusta mucho*

sonrisas!

10:43 PM  

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